miércoles, 14 de enero de 2009

INTRODUCCIÓN


Las personas suelen ingerir alimentos de manera intermitente, mientras que su organismo consume energía de manera continua. Esto hace que sea necesaria la existencia de "almacenes de combustibles", que son utilizados en los periodos de ayuno. Estos reservorios de energía están constituidos por los triglicéridos en el tejido graso, el glucógeno en el hígado y tejido muscular, y en menor grado, por las proteínas del músculo. La hormona más importante en esta capacidad del organismo para el almacenamiento de energía es la insulina, que favorece la acumulación de glucógeno y la síntesis de triglicéridos*, que serán utilizados en los periodos de ayuno. La insulina es secretada en grandes cantidades tras la absorción de alimentos para almacenar la mayor cantidad posible de reservas en el tejido graso, hígado y músculos. Este exceso de insulina tras la ingestión de alimentos es fundamental para los animales, que deben permanecer en ayunas durante largos periodos, pero para el ser humano occidental, que no padece periodos de privación de alimentos y que los ingiere varias veces al día, es muy probable que le resulte perjudicial y que sea en buena parte responsable de la alta incidencia de obesidad y diabetes mellitus no insulinodependiente.

En condiciones de ayuno, la glucosa necesaria se obtiene mediante:
· Glucogenólisis: transformación del glucógeno almacenado en glucosa.
· Gluconeogénesis hepática; es decir, la síntesis de glucosa en el hígado.
· Lipólisis: Descomposición de los triglicéridos en sus componentes. Proporciona uno de los sustratos necesarios para la gluconeogénesis (glicerol). Los restantes sustratos (aminoácidos, ácido láctico, ácido pirúvico) son aportados por el metabolismo muscular)
En condiciones de ayuno prolongado, las reservas hepáticas se agotan rápidamente (en menos de 24 horas) y el organismo recurre a la gluconeogénesis.

El sistema nervioso central, junto con algún otro órgano especializado, como la cápsula suprarrenal, consume glucosa casi como la única fuente de energía y, por tanto, es especialmente sensible a sus disminuciones.

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